martes, 1 de abril de 2014

ICARIA

Revista cultural Violante - Nº 11 - (enero-marzo 2014)




"... de Vicente Donoso"

Puede sonar extraño pero, cuando terminé de leer Icaria, cuando cerré el libro y entorné los ojos para dejar que una primera impresión de la lectura tomara forma consciente, lo primero que me vino a la mente fue este pensamiento: "Es un cuento de hadas".

Entiéndaseme, no un cuento de hadas en el sentido infantil o pueril del término, sino en esa otra connotación más profunda que tienen la mayoría de los cuentos clásicos: al final, la bondad siempre recibe su premio, el bien prevalece sobre el mal, el tiempo acaba recompensando a los justos.

Y, casi al mismo, otro pensamiento: "Escribimos para ser Dios".

No hacía mucho tiempo, habíamos tenido un debate en Netwriters a cerca de esa cuestión, acerca del motivo último que hace que un sujeto hasta entonces normal de pronto coja pluma y papel (o teclado de ordenador, tanto da) y empiece a poner por escrito lo que le bulle en la cabeza. Aparecieron motivos de todos los colores y clases: desde el egocentrismo y el narcisismo hasta la necesidad de reconocimiento o el deseo de inmortalidad pasando por las razones políticas o las terapéuticas.

Decía Luis García Berlanga que él hacía películas porque quería ser Dios. Se refería a un "ser Dios" en el sentido teórico de la deidad absoluta, sentido en el que ser Dios significa saberlo todo, conocerlo todo y, si se tercia, intervenir en el curso de los acontecimientos.

A mí me pareció que Vicente Donoso, en Icaría, juega a ser Dios. Porque no le gusta el mundo en que estamos viviendo, un mondo decadente marcado por la pérdida de valores humanísticos y por la codicia de los poderosos, que solo se satisface embruteciendo y empobreciendo a los débiles. Y por eso juega a ser Dios, un Dios justo y benevolente, y construye un mondo en el que, a pesar de todas las dificultades, la virtud resulta triunfante un mundo el que el trabajo y el esfuerzo reciben al final su recompensa y en el que lo smás altos ideales del ser humano pueden llegar a realizarse.

El resto es un lujoso envoltorio que el autor ha trabajado con esmero: la historia del maestro pintor Díaz Gebarth y de su hijo Martín en las tierras del duque Mathias von Gráber, nos es narrada con tal oficio y amenidad que la atención del lector no decae en ningún momento. Donoso ha conseguido mezclar hábilmente los asuntos pictóricos, que son los que han llevado a Díaz Gebarth a Uberdiebergen, con los amistosos y amorosos, surgidos de las relaciones que se establecen entre algunos de los personajes, y, sobre todo, con el proyecto político del duque, plasmado en la villa de Icaría, evidente trasunto de todas las utopías conocidas, desde la República platónica, pasando por la Ciudad de dios de San Agustín y la propia Utopía de Moro, hasta La ciudad del sol de Campnela y La nueva Atlántida de Bacon.

De esta mezcla, manejada con maestría, resulta una novela cuya lectura no solo seduce al lector hasta sacarlo de la realidad que lo rodea sino que, además, lo induce a la reflexión acerca de unos ideales que, precisamente por parecer abandonados en la sociedad actual, nunca deben dejar de guiar nuestro comportamiento.

En el particular universo d Icaria, en el que Vicente Donoso es Dios, esto ocurre.




Fefa Martí Maldonado







PUEDES ACCEDER A TODAS NUESTRAS PUBLICACIONES ANTERIORES DESDE:




...

No hay comentarios:

Publicar un comentario