martes, 1 de abril de 2014

Calle de San Opropio

Revista cultural Violante - Nº 11 - (enero-marzo 2014)


"Hoy calle de Serrano Anguita"

Le tengo devoción porque es un santo
que nunca llegó a serlo.
Una ciudad capaz
de inventarse este santo
y hacer que hasta le recen
durante tanto años, se merece 
estos versos como poco.

Esta calle es un ejemplo de la imaginación popular y de cómo se deforman a veces las palabras a lo largo del tiempo.

En aquellos parajes de la zona de Chamberí, entre las actuales calles de Sagasta y Mejía Lequerica, existía en el Siglo de Oro la casona de un noble, al parecer de la familia Abrantes. Aquel personaje pudo abrir una calle para no tener que dar mucha vuelta o tal vez hizo ensanchar el camino hasta su puerta para evitar que los caballos y carros se enfangasen cuando lloviese. Es posible que pusiera en un cartel "Paso propio". Así lo llamaban las gentes. Con el tiempo quedó en "sopropio" y terminó en "san Opropio".

El periodista y escritor Francisco Serrano Anguita descubrió que el santo no existía y dio a conocer el error. En 1968 pusieron su nombre a la calle.

En el libro sobre las calles madrileñas (1863) Capmani, y Montpalau  justifica el nombre inventándose que allí existía una ermita de tal santo (sic) Este error lo recogen también Peñasco y Cambronero en su libro "Las calles de Madrid" (manía de copiar sin contrastar mu frecuente en este tipo de libros).

En el plano de Texeira (1656) aparece con el nombre de calle de las Beatas porque allí se fundó un beaterio hacia 1626 que terminaron ocupando las monjas mercedarias. Aquella casa se vino abajo y Felipe IV mandó construir el Convento de la Concepción en un terreno próximo y se lo entregó a estas monjas. El encargado de la Fundación fue el ministro del rey, Juan Jiménez De Góngora, por lo que las monjas terminaron siendo conocidas como las góngoras.

Erróneamente, siglos después algún munícipe ignorante decidió dar el nombre del poeta Luis de Góngora a la calle de aquel convento, próxima a la que aquí tratamos, sin tener en cuenta que las monjas se llamaban así por otro Góngora.



Enrique Gracia 
(De su libro "Mentidero de Madrid)







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